Jesica tiene tal fascinación por la computación que no puede siquiera recordar cuándo empezó a programar por primera vez. Desde siempre los algoritmos le ofrecieron la precisión y seguridad que otras áreas no le podían proporcionar. Las relaciones sociales, por ejemplo, las cuales carecen de un poco de lógica, siempre fueron un reto para ella. Cuando le diagnosticaron un trastorno del espectro autista hace algunos años, antes de cumplir treinta, algunos de esos desafíos comenzaron a tener más sentido.
Antes estaba muy confundida. Pensaba que mi comportamiento era extraño, pero no podía comprender por qué.